El 28 de octubre zarpó de Antofagasta el convoy con las fuerzas
chilenas, escoltado por cuatro buques de guerra, Cochrane, Magallanes,
O’Higgins y la Covadonga, y que conduciendo a 9.590 soldados y
853 caballares, se dirigía al puerto de Pisagua, llegando a destino,
a las 5 de la madrugada del 2 de noviembre de 1879. Se trataba de capturar
el mencionado puerto, ocupado no hacía mucho por tropas adversarias.
Era la Guerra del Pacífico en plena marcha.
A las 6.30 los buques de guerra tomaron sus posiciones de combate y rompieron
los fuegos media hora más tarde. Al ser sorprendidos, en vista del peligro
que representaban para las propias fuerzas, se separó del convoy una
flotilla de 17 botes, que transportaban dos compañías del Regimiento
Atacama y la 1ª compañía del batallón Zapadores.
Como era de esperar, una nutrida lluvia de proyectiles acogió a los
intrépidos atacantes, lo que los obligó a lanzarse a todo remo,
en dirección de la playa, alcanzando a llegar no menos de 450 combatientes.
Entre ellos, sobresalió por su valor increíble el Subteniente
Amadeo Mendoza y fue por ello que al término de las acciones, se dedicaron
algunos minutos para aplaudirlo y vitorearlo, a voz en cuello, los soldados
de Zapadores. En cuanto a los defensores, se vieron obligados a desplazarse
precipitadamente hacia la población, ante el empuje demostrado por los
atacantes. Correspondió a los nuestros recibir estoicamente el severo
castigo propinado por el adversario, que se encontraba parapetado en los edificios
del ferrocarril y de la compañía salitrera. En un momento dado,
el Teniente Coronel Ricardo Santa Cruz, comandante del Batallón Zapadores,
dispuso adoptar la formación en guerrilla, atento a moderar los efectos
mortíferos de los proyectiles y pasó al asalto a toque de corneta.
A pesar que los buques Cochrane y Covadonga habían cesado el fuego,
la grave emergencia que se vivía motivó el reinicio de las descargas
de artillería. En esos instantes tocaban tierra en las proximidades
del morro de Playa Blanca (al Norte de la bahía) 2 compañías
del Regimiento de Infantería “Atacama”, 100 zapadores y
elementos de otras unidades. Todos reunidos, fusil al brazo, armada la bayoneta,
emprendieron la ascensión de las alturas en busca del defensor.
Eran las 11 de la mañana, el adversario emprendía la retirada
y la victoria de las armas chilenas estaba asegurada. El botín más
importante fue, sin duda, el material rodante del ferrocarril.
Una vez consolidada la cabeza de playa, las mayores preocupaciones del mando
chileno, se encaminaban a dirigir la organización de la base de operaciones
en Pisagua, a través del desembarque de los bastimentos transportados
por el mar, la atención de las necesidades inmediatas de las tropas
y la normalización del funcionamiento del ferrocarril.
En recuerdo a esta heroica gesta, donde se destacó el magnífico
comportamiento del Batallón Zapadores, se instituyó el Día
del Arma de Ingenieros. |
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