El proceso de modernización del Ejército implicó que se iniciaran o concretaran profundas transformaciones tendientes a modificar su estructura orgánica. En este proceso se cerraron unidades y se fusionaron otras, creando Regimientos Reforzados dotados de todo lo necesario para ser más operativos y, por lo mismo, completos en personal, material y con la tecnología necesaria. Integrando de esta manera distintas Armas y Servicios bajo un mismo mando, generando unidades mejor entrenadas y, por ende, un Ejército con una mayor capacidad operativa y un mayor poder de disuasión.

Producto de este proceso de modernización en marcha, a partir del año 2002 el Ejército cambió su concepto de despliegue asociado a “presencia territorial” por el de “ejército operacional”, diseñando una estructura de sus fuerzas basada en “sistemas operativos”, organizado fundamentalmente a base de regimientos reforzados constituidos a su vez por unidades de combate y unidades fundamentales independientes.

El despliegue territorial del Ejército hasta el año 2001, se caracterizaba por ser unifuncional, con muchas Unidades, pero incompletas, dependientes de la movilización para su completación, con un despliegue territorial determinado por la geografía y que no conformaban un buen sistema operativo. En cambio, la estructura actual, basada en “sistemas operativos” permite varias funciones, posee una mayor proyección en el tiempo, es multifuncional, interoperativa y más tecnificada.

Se entiende por “sistema operativo” a la organización orientada a conformar unidades altamente operacionales, con capacidades multifuncionales y que agrupa en las diferentes Divisiones del país a unidades dotadas de medios de mando, control, informaciones, de apoyo logístico y de maniobra. Todas ellas con el personal y material necesarios que le permitan cumplir con su misión.

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