Patoruzú fue a la guerra

800 pilotos argentinos contra la Lutfwaffe.

Una historia casi desconocida es la de los pilotos voluntarios argentinos que lucharon en los cielos de Europa, Africa del Norte y Asia, durante la Segunda Guerra Mundial. En el libro Nacidos con honor, de reciente aparición, se narran las vicisitudes, anécdotas, hazañas y datos curiosos de esos criollos que, en su mayoría, vivían en las pampas de nuestro país.
 
A qué no lo sabía? Patoruzú también fue protagonista de cruentos combates aéreos durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque parezca el argumento de una de sus conocidas historietas, en aquella oportunidad el indio se vio entreverado con enemigos de carne y hueso ¿Cómo fue eso posible? Muchos de los casi 800 voluntarios argentinos -descendientes de ingleses y franceses-, que se enlistaron como pilotos de la Real Fuerza Aérea (RAF), de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) o de la Royal Navy (RN),  pintaron su inconfundible figura en las narices y debajo de las carlingas de sus aviones, como los dibujos de Florencio Molina Campos. De esa manera enfrentaron a los aviadores del Eje en cazas Spitfire, Hurricane y Mosquito, en bombarderos Lancaster y Stirling y en aviones de transporte, en la Batalla de Inglaterra, Africa del Norte, el Mediterráneo y en el Día D. Entre otros, formaron el Escuadrón 164 “Argentine-British” financiado con donaciones enviadas desde nuestro país y cuyo distintivo rezaba, en castellano, “Firmes volamos”. En sus chaquetas de combate y de salida, lucían una insignia con la inscripción “Argentina”. De ellos, casi 140 murieron en cumplimiento del deber, nueve cayeron prisioneros y 56 fueron condecorados.

La historia, con nombres, cifras y anécdotas  está contada en el libro Nacidos con honor, de Claudio Gustavo Meunier, que editó el  Grupo Abierto. 

Un importante llamado
Durante un año de entrenamiento, los voluntarios criollos aprendieron a volar y a practicar tácticas para enfrentar a la Luftwaffe, la aviación del Tercer Reich. “Llamaron la atención por la rapidez con que cumplían su período de adiestramiento y accedían a puestos de jerarquía. Había una razón. El inglés nativo era un ciudadano común obligado a enrolarse; en cambio, el argentino estaba motivado para entrar en combate”, explicó Meunier. “Era un grupo seleccionado que había tenido una buena educación y, en su mayoría, se trataba de deportistas y, sobre todo, de hombres de campo acostumbrados a la soledad y a resolver todo tipo de problemas. Muchos habían hecho la Colimba, eran expertos jinetes y sabían manejar motos, autos y hasta barcos a vela. Su actuación fue excepcional”, resume el escritor. 

Paciencia y confianza
En 1996, en Bahía Blanca, el descubrimiento de la tumba de un piloto argentino que había combatido para Gran Bretaña, lo puso al historiador en la pista de todos ellos. “Ahí empecé a unir y a rastrear cosas con las que yo sabía porque la aviación siempre me interesó. No era un hecho aislado. Fueron apareciendo datos en diversos lugares. Me contacté con el Colegio Saint George, en Quilmes, donde habían estudiado algunos otros y conseguí una lista de nombres; fui a otros institutos más y así empezó todo”, recuerda Meunier.

-¿A cuántos encontró vivos?
-A unos 20. El primero fue Reynaldo Daintree, quien me guió hacia los demás. Pero habían pasado muchos años y yo era un desconocido para ellos. Tuve que ganarme su confianza y que creyeran en lo que estaba haciendo. Terminamos siendo grandes amigos.

-¿Eran todos pilotos?
-No, la mayoría eran hombres de campo, chacareros y tamberos que estaban en el medio de la nada arriba de un tractor. Los guiaba la convicción de luchar por una forma de vida. Se les hacía más fácil ir por su apellido inglés y por eso los entrenaron más rápido. De una montura a caballo subieron a un Spitfire. Cuando regresaron, volvieron a sus labores campestres.

-¿Cuál fue la diferencia con los voluntarios de la Gran Guerra?
-Estos iban por una cuestión en la que todavía sentían a la Madre Patria, porque pertenecían a la primera y segunda generación de argentinos, hijos y nietos de ingleses, franceses e italianos; en cambio los de la SGM, eran de la tercera camada.

-¿Por qué dibujaron en sus aviones a Patoruzú y a los personajes de Molina Campos?
-La mayoría de los descendientes de ingleses trabajaban en los ferrocarriles, pero muchos lo hacían en la Fábrica Argentina de Alpargatas que era británica. Tenían entre 18 y 20 años y recibían de obsequio los conocidos almanaques con aquellos dibujos de Molina Campos. Cuando fueron a la guerra, la empresa les siguió pagando el sueldo durante todos los años en que pelearon. Además, les guardaron sus puestos y por todo eso, les enviaron estos almanaques también a Inglaterra como alegoría de Alpargatas.

-¿Los llamaban de alguna manera?
-Sí, les decían “Escuadrón de pelea alpargatero”. Entre ellos se destacó Ricardo Campbell Lindsell, un caballero del aire que había nacido en el barrio de Palermo. También hubo ases como Kenneth “Ken” Charney que derribó 18 aviones.

-¿Qué otro se destacó?
-Jimmy Fenton, que en la Batalla de Inglaterra fue el único argentino que comandó el Escuadrón 238. Hijo del primer dentista de Río Gallegos, en 1937 se fue a Irlanda y luego entró en la RAF. Y Bernardo Noel María de Larminat que todavía vive en La Pampa y que es el último sobreviviente del grupo argentino que ejecutó más misiones de guerra, unas 345 salidas. El canadiense Stanley Turner era su jefe y había sido el Nº 2 de Douglas Bader, el piloto sin piernas.

-¿De qué lugares de la Argentina provenían?
-Principalmente, de la provincia de Buenos Aires, de Rosario, Santa Fe, y de Bahía Blanca, La Pampa, donde estaban los grandes puertos. También de otras partes del país, por ejemplo, de los ingenios de azúcar de Jujuy, y del sur, donde eran ganaderos.

-¿Hubo alguno con apellido ilustre?
-Hubo un Newbery, pero no sabemos si fue pariente de Jorge Alejandro; un tío de Alfonsín por parte de la madre, Bernardo Foulkes, capitán de la RAF, y Ricardo Moreno, sobrino del perito Francisco P. Moreno.

-¿Cómo fue su relación con el as francés Pierre Clostermann que tanto ponderó a los pilotos de Malvinas?
-Cultivamos una duradera amistad y, antes de morir, escribió el prólogo de mi anteúltimo libro. Era voluntario brasileño, un dato que pocos conocen. En el Escuadrón 602, “City of Glasgow”, su jefe fue el mencionado Charney.  

En 1982, muchos de aquellos que sobrevivieron se anotaron como voluntarios para integrar el Escuadrón Fénix, de la Fuerza Aérea Argentina, que combatió en la Guerra de las Malvinas.

01/07/09
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