Nueva Zelanda, un país volcado al mar

 Desde sus primeras colonizaciones polinesias hasta la actualidad, la historia de las antípodas de la Europa Occidental ha estado inseparablemente ligada al mar y la navegación. Su población ostenta el mayor número de yates por habitante del mundo y la vela es el deporte nacional.

El descubrimiento de Nueva Zelanda ha sido atribuido al mítico navegante polinesio Kupe, en el año 950 d.C. Las sucesivas migraciones polinesias que le siguieron, alrededor del año 1350, constituyeron el pueblo maorí que fue el primero en poblar totalmente el archipiélago, que fue bautizado como Aotearoa (tierra de la larga nube blanca).

Tasman y Cook

La civilización maorí fue jerárquica y sanguinaria tal como pudo comprobar en 1642 el explorador holandés Abel Janszoon Tasman, quien arribó a la costa este de las islas después de descubrir Tasmania y atravesar el mar del mismo nombre en una expedición patrocinada por la por entonces pujante Compañía Holandesa de las Indias Orientales. Los intentos de Tasman por establecer un asentamiento en el país se vieron frustrados por los constantes ataques de los maoríes que mataron y, en algunos cascos devoraron, a muchos de sus hombres.


Nueva Zelanda
© Cris Barredo / Latitud 42

El primer navegante que exploró el archipiélago fue el británico James Cook, quien en su primer viaje con el Endeavour arribó a sus costas el 7 de octubre de 1769, permaneciendo hasta abril de 1770 circunnavegando y cartografiando las islas a las que inicialmente tomó como posible parte del misterioso continente que estaba buscando: la Terra Australis. En su segundo viaje, Cook pasó todo el invierno austral de 1774 en la zona, estableciendo relaciones con los maoríes que no siempre fueron amistosas. Cook quedó sin embargo impresionado por el espíritu y valentía de los aborígenes y se aseguró la incorporación del archipiélago a la corona británica.

Durante el resto del siglo XVII y hasta mediados del siglo XIX, Nueva Zelanda no fue más que una zona dedicada a la pesca de la ballena, sin apenas pobladores británicos. Allí operaban los balleneros y cazadores de focas con base en Australia y el archipiélago pertenecía a la jurisdicción de Nueva Gales del Sur.

La gran colonización británica

En 1840 se produjo un hecho clave en la historia de Nueva Zelanda, cuando el gobierno británico firmó el Tratado de Waitangi con los jefes de las tribus maoríes. Éstos aceptaron la soberanía británica a cambio de una serie de garantías con respecto a su protección por parte de la Corona Británica, la propiedad de sus tierras y la explotación de los recursos pesqueros y la preservación de sus tesoros de gran valor cultural.

Pero la colonización por parte británica se incrementó notablemente y la creciente demanda de tierras para el cultivo y la explotación ganadera causó un aumento de la tensión entre los colonos, denominados pakehas, y los maoríes. En 1860 se declaró una guerra que se alargó durante gran parte de esa década hasta la derrota del pueblo maorí.

Seguidamente se descubrió oro en la isla Sur, lo que incrementó el flujo migratorio hacia la zona y propició un súbito auge económico. A finales del siglo XIX, el ambiente de paz entre ambas comunidades y el desarrollo de una próspera explotación ovina y bovina constituyó la base real del crecimiento de la nación, en particular después del primer embarque de carne congelada a Gran Bretaña que se produjo en 1882 y significó todo un acontecimiento en la historia del comercio marítimo mundial. Nueva Zelanda, al tiempo que crecía como nación, fue pionera en el campo del progreso social. En 1893 fue el primer país en el mundo en dar el derecho a voto a la mujer, mientras que las pensiones de jubilación se introdujeron en 1898.

En 1907, Gran Bretaña concedió a Nueva Zelanda la condición de dominio dentro del imperio británico y en 1931 se reconocía su independencia, aunque formalmente ésta no fuera proclamada hasta 1947. La economía se mantuvo pujante hasta la recesión mundial la década de 1980, cuando el desempleo aumentó considerablemente; durante esta época la población maorí comenzó a crecer con más rapidez que la pakeha y en 1985 se revisó del tratado de Waitangi, lo que comportó una serie de compensaciones económicas a las tribus maoríes reconociéndose que sus tierras habían sido confiscadas injustamente. Sin embargo, la última propuesta del gobierno neozelandés provocó diversas movilizaciones por parte de los maoríes, que llegaron a interrumpir celebraciones y acontecimientos, ocuparon las tierras reclamadas, bloquearon las carreteras con barricadas e incluso atentaron con una almádena tradicional contra la Copa del America en 2000, causando importantes daños en el trofeo que tuvo que ser restaurado. Desde entonces las tensiones entre maoríes y pakehas han disminuido pero constituyen la principal preocupación del gobierno y la sociedad neocelandesa.

El paraíso de la vela

El estrecho de Cook
© Gareth Cooke

Situado entre los 34ºS y 48º de latitud Sur, el archipiélago de Nueva Zelanda se compone principalmente dos grandes islas, la Norte y la Sur, que ocupan en total una superficie de 268.680 km2. Después de que el capitán James Cook fijara su situación definitiva en el globo terráqueo, se les consideró las antípodas de la civilización y todo un símbolo de que el mundo había dejado de crecer desde el punto de vista del conocimiento geográfico. También supuso para el expansionismo colonial británico todo un símbolo de su poder naval, pues sólo Gran Bretaña tenía en la segunda mitad del siglo XVIII una flota capaz apara colonizar de una forma rentable tierras tan lejanas. Su situación hace que el clima de Nueva Zelanda sea casi subtropical en el extremo norte y frío y barrido por los fuertes vientos del oeste en extremo sur.

La vocación marítima que inevitablemente ha impregnado la historia y las tradiciones neocelandesas se ha extendido a la náutica deportiva. Desde finales del siglo XX, Nueva Zelanda se constituyó en el país con mayor número de embarcaciones deportivas por habitante del mundo. Sus regatistas se cuentan entre los más apreciados del mundo tanto en regatas como la Copa del América como en las grandes regatas oceánicas alrededor del mundo. El alto nivel tecnológico de sus arquitectos navales y avanzados astilleros son la causa de que buena parte de los yates de regatas más punteros del mundo se construyan en Nueva Zelanda. Los puertos de Auckland o Wellington son sedes obligadas en todas las ediciones de las regatas de la vuelta al mundo por etapas, como la Around Alone, la Global Challenge y la Volvo Ocean race.

En el terreno de la náutica deportiva, Nueva Zelanda es el país que actualmente registra el mayor número de embarcaciones por habitante, de tal manera que la navegación constituye el deporte nacional. La mayor hazaña de la vela neocelandesa fue la consecución en 1995 de la Copa del América y su magnífica defensa en 2000, compitiendo contra equipos de presupuestos mucho mayores. Con anterioridad, el neocelandés Peter Blake logró el primer triunfo de la vela oceánica neocelandesa en la Whitbread, la regata de la vuelta al mundo, de 1990. Desde entonces el prestigio de los regatistas, los arquitectos y los barcos neocelandeses no dejó de crecer. También se produjo un importante incremento de la navegación de crucero, aprovechando las inmejorables instalaciones de los puertos deportivos y marinas del país y sus magníficos parajes naturales, como los del golfo Hauraki y las recónditas y salvajes calas y estuarios de la isla Sur.

Por Santi Serrat
santiserrat@barcelonaworldrace.org

03/01/08
Sitio Oficial Barcelona World Race

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