Hablando de mascotas, la historia que pegó aquí la saque desde la revista de marina. Es muy entretenida.
Eso si que es un poco largo, pero muestra el espiritu de las mascotas de la armada.
Mientras el buque empezaba su rutina de puerto y arriaba un bote después de haber
fondeado en caleta Balleneros, el perro, cumplida sus tareas diarias y parado en la cubierta de
vuelo, miraba hacia tierra aguzando sus oídos pues se sentían ladridos y aullidos desde esa
dirección. Los hombres de la base inglesa, que desde tierra observaban la maniobra estaban
ubicados en las perreras desde donde salían los ladridos. Al medio, y aisladas del resto, se
encontraban las casas de Britannia y Dafne,
1 dos perras finas de raza husky. Luego de acariciaralgunos de los animales los ingleses se dirigieron hacia el embarcadero y luego de dar diversas
instrucciones, salió una embarcación con el jefe y algunos miembros de la base que venían a
saludar al Comandante del buque.
Apenas llegados a bordo, fueron recibidos por el Segundo y por supuesto por el“Piloto”,
quien con mucha calma había bajado desde su puesto de observación a recibir a las visitas. El
animal aceptó las caricias y movió su cola pero a su vez sintió un olor familiar que despedían las
ropas de trabajo de los hombres. Olor que le traía recuerdos de sus días de correrías y parrandas
en diferentes puertos.
Hechos los saludos de rigor, subieron hasta la cámara del Comandante donde después de
tomar un café e intercambiar algunas noticias lo invitaron junto con otros oficiales a cenar a la base
como retribución a una invitación anterior. Mientras bajaban a tomar su embarcación para retornar
a la base, el perro, captando nuevamente el olor que traían los hombres fue un poco más efusivo y
demostró sus mejores dotes de anfitrión tratando incluso de irse en el bote con ellos, pero,
sujetado por el mensajero, se quedó gruñendo y lloriqueando, mientras la embarcación se alejaba.
El día de trabajo y las tareas habían terminado y la embarcación para el Comandante se
encontraba lista para llevarlo a la base inglesa. Los oficiales que lo acompañarían lo esperaban en
el portalón mientras el perro jugueteaba con ellos.
“Harto juguetón está este perrito mi capitán”. El Ingeniero, gran amigo del Piloto notaba que
el animal estaba más inquieto que otras veces, ya que ésta era la hora en que descansaba.
“Será donde siente tanto perro en tierra o quizá querrá bajar a estirar las patas”. El
Segundo, navegante de especialidad y muy crítico de la limpieza del perro, siempre hacía sus
bromas acerca del animal.
En eso estaban cuando avisaron que el Comandante venía, así es que se embarcaron en
el orden adecuado, aunque esta vez hubo que sacar del bote al can, quien ya se había instalado
en una bancada.
“¡A las órdenes del señor Comandante!”, gritó el Oficial de Guardia y después sujetó al
perro que quería bajar. “¡Mensajero! Llévese a este perrito para abajo pues anda muy molestoso”.
Y entre caricias y gruñidos el Piloto fue arrastrado hacia el interior del buque.
Era cerca de medianoche cuando salió la embarcación para el comandante hacia tierra.
Una vez lista y despachada, nadie se dio cuenta de un bulto grande y peludo que sigilosamente,
bajó por la escala real y luego de olfatear el aire y darse varias vueltas se metió al agua y nadó
hacia tierra.
La noche había sido tranquila y cosa rara, sin viento. El Oficial de Guardia siguiéndolas
instrucciones recibidas mandó temprano una embarcación con algunos presentes, que incluían
limones, frutas frescas y unas botellas de vino para los miembros de la dotación inglesa.
Cuando se acercaba al precario y viejo muelle de la base, el patrón reconoció una figura
que le era bastante familiar y que saltaba de alegría.
“¡Piloto! ¿Dónde estuviste?” El marino no entendía como el perro estaba en tierra y lo
apresurado que se había embarcado.
“¡Sinvergüenza! ¿Así es que pasó la noche en tierra el niño?” El motorista rascó la cabeza
del perro, el que cansado y mojado se echó a dormir al lado del motor.
Una vez entregado su encargo, el bote regresó a bordo y a nadie le llamó la atención que
el Piloto anduviera en una embarcación y menos aún que subiera a la cubierta de vuelo a tomar el
escaso sol y ...a dormir.
Había pasado diciembre con la Navidad y Año nuevo en la Antártica. Se habían cumplido
satisfactoriamente las comisiones a base O’Higgins, bahía Margarita, base González Videla y
tantas otras sin mayores contratiempos, y el buque después de una recalada y asado con toda la
tripulación en Puerto Williams navegaba en demanda de Punta Arenas.
Ya saliendo al Estrecho, el Comandante, con el ceño fruncido, comentaba al Segundo el
mensaje que había llegado desde la Tercera Zona: “...a su recalada preséntese de inmediato...”
“¿Sabe usted de qué se trata o qué pasará?” El Segundo se encogió de hombros.“No se
me ocurre nada mi Comandante, la gente ha estado muy bien, nuestros jóvenes Oficiales no han
estado en Punta Arenas y no hemos tenido ningún problema en las bases”.
El Comandante devolvió el mensaje a la tabla y la navegación siguió hasta la recalada al
muelle Fiscal donde a nadie le extrañó que estuviera el auto del Almirante esperando al
Comandante.
El Almirante después de leer cuidadosamente el resumen del Parte de Viaje y hacer los
comentarios a que había lugar, cerró la carpeta y abriendo un cajón de su escritorio sacó una hoja
con el membrete del Consulado de su Majestad Británica. Luego arrugando el ceño y con un
acento burlón se lo tendió. “Es por esto por lo que quería que viniera lo antes posible. Usted es
amigo del señor Cónsul y en parte responsable de este desaguisado. Léalo con calma y vea qué
medidas va a tomar. No quiero oír hablar más del tema, pues ya ha aparecido hasta en los diarios
locales. Del resto, Bravo Zulú... salude y felicite a su gente, aunque yo lo haré personalmente antes
de su zarpe a Pancho”. Dando por terminada la presentación el oficial se paró y tendiendo la mano
a su subalterno lo guió hacia la salida.
“Eso es todo señores”.
Les expresó el Comandante“...su perrito, nuestro querido Piloto dejó la escoba en
Balleneros... no sólo salió del buque a visitar a sus amistades, sino que tuvo amores con las dos
perras más finas que había. Y lo peor fue que después ellas no quisieron juntarse con su don Juan
que habían traído desde otra base para cruzarlas... Finalmente tuvieron cachorros mestizos... Yo
ya he hablado con el señor Cónsul y él ha aceptado mis explicaciones y esta noche lo he invitado
con su esposa al Casino de Oficiales para limar asperezas y calmar esto que es la comidilla de la
ciudad. Así es que a las 20.00 horas los esperó a todos en el portalón, salvo el Oficial de Guardia...
y por ningún motivo el inculpado quien no saldrá franco hasta Valparaíso. Será una reunión social
para una especie de... desagravio”. El Comandante se sonrió mientras comentaba que cuando era
Teniente, y estando en un patrullero, había ocurrido un incidente similar con el perro mascota.
“Curioso que se volviera a repetir”. “Sería por el gusto de las nórdicas hacia los latinos...”, comentó
un Teniente. Y con esto se dio por terminada la reunión.
Con una caja de bombones para la esposa del Cónsul y unas botellas de vino navegado
como obsequio para el diplomático, los Oficiales del
Piloto Pardo enfilaron hacia la salida delmuelle encabezados por su Comandante. A bordo, amarrado a una fuerte cadena, quejumbroso y
enojado, el Piloto observaba sin poder comprender por qué algunos de sus mejores amigos salían
de parranda sin llevarlo a él.
muelle encabezados por su Comandante. A bordo, amarrado a una fuerte cadena, quejumbroso y
enojado, el Piloto observaba sin poder comprender por qué algunos de sus mejores amigos salían
de parranda sin llevarlo a él.
algunos de los animales los ingleses se dirigieron hacia el embarcadero y luego de dar diversas
instrucciones, salió una embarcación con el jefe y algunos miembros de la base que venían a
saludar al Comandante del buque.
Apenas llegados a bordo, fueron recibidos por el Segundo y por supuesto por el“Piloto”,
quien con mucha calma había bajado desde su puesto de observación a recibir a las visitas. El
animal aceptó las caricias y movió su cola pero a su vez sintió un olor familiar que despedían las
ropas de trabajo de los hombres. Olor que le traía recuerdos de sus días de correrías y parrandas
en diferentes puertos.
Hechos los saludos de rigor, subieron hasta la cámara del Comandante donde después de
tomar un café e intercambiar algunas noticias lo invitaron junto con otros oficiales a cenar a la base
como retribución a una invitación anterior. Mientras bajaban a tomar su embarcación para retornar
a la base, el perro, captando nuevamente el olor que traían los hombres fue un poco más efusivo y
demostró sus mejores dotes de anfitrión tratando incluso de irse en el bote con ellos, pero,
sujetado por el mensajero, se quedó gruñendo y lloriqueando, mientras la embarcación se alejaba.
El día de trabajo y las tareas habían terminado y la embarcación para el Comandante se
encontraba lista para llevarlo a la base inglesa. Los oficiales que lo acompañarían lo esperaban en
el portalón mientras el perro jugueteaba con ellos.
“Harto juguetón está este perrito mi capitán”. El Ingeniero, gran amigo del Piloto notaba que
el animal estaba más inquieto que otras veces, ya que ésta era la hora en que descansaba.
“Será donde siente tanto perro en tierra o quizá querrá bajar a estirar las patas”. El
Segundo, navegante de especialidad y muy crítico de la limpieza del perro, siempre hacía sus
bromas acerca del animal.
En eso estaban cuando avisaron que el Comandante venía, así es que se embarcaron en
el orden adecuado, aunque esta vez hubo que sacar del bote al can, quien ya se había instalado
en una bancada.
“¡A las órdenes del señor Comandante!”, gritó el Oficial de Guardia y después sujetó al
perro que quería bajar. “¡Mensajero! Llévese a este perrito para abajo pues anda muy molestoso”.
Y entre caricias y gruñidos el Piloto fue arrastrado hacia el interior del buque.
Era cerca de medianoche cuando salió la embarcación para el comandante hacia tierra.
Una vez lista y despachada, nadie se dio cuenta de un bulto grande y peludo que sigilosamente,
bajó por la escala real y luego de olfatear el aire y darse varias vueltas se metió al agua y nadó
hacia tierra.
La noche había sido tranquila y cosa rara, sin viento. El Oficial de Guardia siguiéndolas
instrucciones recibidas mandó temprano una embarcación con algunos presentes, que incluían
limones, frutas frescas y unas botellas de vino para los miembros de la dotación inglesa.
Cuando se acercaba al precario y viejo muelle de la base, el patrón reconoció una figura
que le era bastante familiar y que saltaba de alegría.
“¡Piloto! ¿Dónde estuviste?” El marino no entendía como el perro estaba en tierra y lo
apresurado que se había embarcado.
“¡Sinvergüenza! ¿Así es que pasó la noche en tierra el niño?” El motorista rascó la cabeza
del perro, el que cansado y mojado se echó a dormir al lado del motor.
Una vez entregado su encargo, el bote regresó a bordo y a nadie le llamó la atención que
el Piloto anduviera en una embarcación y menos aún que subiera a la cubierta de vuelo a tomar el
escaso sol y ...a dormir.
Había pasado diciembre con la Navidad y Año nuevo en la Antártica. Se habían cumplido
satisfactoriamente las comisiones a base O’Higgins, bahía Margarita, base González Videla y
tantas otras sin mayores contratiempos, y el buque después de una recalada y asado con toda la
tripulación en Puerto Williams navegaba en demanda de Punta Arenas.
Ya saliendo al Estrecho, el Comandante, con el ceño fruncido, comentaba al Segundo el
mensaje que había llegado desde la Tercera Zona: “...a su recalada preséntese de inmediato...”
“¿Sabe usted de qué se trata o qué pasará?” El Segundo se encogió de hombros.“No se
me ocurre nada mi Comandante, la gente ha estado muy bien, nuestros jóvenes Oficiales no han
estado en Punta Arenas y no hemos tenido ningún problema en las bases”.
El Comandante devolvió el mensaje a la tabla y la navegación siguió hasta la recalada al
muelle Fiscal donde a nadie le extrañó que estuviera el auto del Almirante esperando al
Comandante.
El Almirante después de leer cuidadosamente el resumen del Parte de Viaje y hacer los
comentarios a que había lugar, cerró la carpeta y abriendo un cajón de su escritorio sacó una hoja
con el membrete del Consulado de su Majestad Británica. Luego arrugando el ceño y con un
acento burlón se lo tendió. “Es por esto por lo que quería que viniera lo antes posible. Usted es
amigo del señor Cónsul y en parte responsable de este desaguisado. Léalo con calma y vea qué
medidas va a tomar. No quiero oír hablar más del tema, pues ya ha aparecido hasta en los diarios
locales. Del resto, Bravo Zulú... salude y felicite a su gente, aunque yo lo haré personalmente antes
de su zarpe a Pancho”. Dando por terminada la presentación el oficial se paró y tendiendo la mano
a su subalterno lo guió hacia la salida.
“Eso es todo señores”.
Les expresó el Comandante“...su perrito, nuestro querido Piloto dejó la escoba en
Balleneros... no sólo salió del buque a visitar a sus amistades, sino que tuvo amores con las dos
perras más finas que había. Y lo peor fue que después ellas no quisieron juntarse con su don Juan
que habían traído desde otra base para cruzarlas... Finalmente tuvieron cachorros mestizos... Yo
ya he hablado con el señor Cónsul y él ha aceptado mis explicaciones y esta noche lo he invitado
con su esposa al Casino de Oficiales para limar asperezas y calmar esto que es la comidilla de la
ciudad. Así es que a las 20.00 horas los esperó a todos en el portalón, salvo el Oficial de Guardia...
y por ningún motivo el inculpado quien no saldrá franco hasta Valparaíso. Será una reunión social
para una especie de... desagravio”. El Comandante se sonrió mientras comentaba que cuando era
Teniente, y estando en un patrullero, había ocurrido un incidente similar con el perro mascota.
“Curioso que se volviera a repetir”. “Sería por el gusto de las nórdicas hacia los latinos...”, comentó
un Teniente. Y con esto se dio por terminada la reunión.
Con una caja de bombones para la esposa del Cónsul y unas botellas de vino navegado
como obsequio para el diplomático, los Oficiales del
Piloto Pardo enfilaron hacia la salida delmuelle encabezados por su Comandante. A bordo, amarrado a una fuerte cadena, quejumbroso y
enojado, el Piloto observaba sin poder comprender por qué algunos de sus mejores amigos salían
de parranda sin llevarlo a él.
muelle encabezados por su Comandante. A bordo, amarrado a una fuerte cadena, quejumbroso y
enojado, el Piloto observaba sin poder comprender por qué algunos de sus mejores amigos salían
de parranda sin llevarlo a él.