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ENGLISH VERSION
Jackboots on the beat
Buenos Aires gubernatorial candidate Luis Patti has never been famous for his subtlety during either his police past or his more recent rightwing political career but the timing of his call for a militarized police (just two days after former Buenos Aires provincial police chaplain Christian von Wernich was sentenced to life imprisonment for crimes against humanity) was especially crude. After all, the crimes for which Von Wernich was convicted were all committed within the context of a police force which had just been militarized after the 1976 coup with the previous police authorities under civilian control replaced by the notorious General Ramón Camps. And by reminding everybody of the Camps police which Patti also manned, he is only reviving the questions which led to him being barred from the Congress seat to which he was democratically elected in 2005 (however unfair that ban might have been).
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Una de las más recientes — y más refrescantes — noticias del 2004 fue el encuentro, el miércoles pasado, entre la CGT y la Unión Industrial Argentina (UIA) para defender las convenciones colectivas libres contra la andanada de decretos salariales de la segunda mitad del año. Las convenciones colectivas distan de ser perfectas — especialmente con las estructuras sindicales centralizadas, constantemente alentadas por un peronismo que persigue criterios de fuerza política en vez de eficiencia socioeconómica — mas su enfoque, sector por sector, por lo menos rompe con los decretos tan generales que de ninguna manera logran discriminar entre las empresas que ganan y pierden con los enormes cambios en la riqueza que acompañaron la crisis de la deva- luación de 2001-2002. Por lo menos, si sindicalistas y empleadores pueden aprender a mantener las negociaciones salariales entre ellos, habría más posibilidades de que el salario sea determinado por criterios económicos racionales, tales como productividad e inflación, más que por las necesidades políticas y electorales de un gobierno. La CGT y la UIA podrían extender útilmente dicha convergencia social a otras áreas con el fin de reunir consenso allí donde más se lo necesita. Con seguridad, nadie debería dejarse llevar al punto de esperar convivencia civilizada de un movimiento gremial con un papel tan negativo en la historia argentina. Por el contrario, dos años de crecimiento de por lo menos un ocho por ciento han acicateado al sindicalismo organizado hacia nuevos niveles de codicia, como se ha vuelto cada vez más evidente estos dos últimos meses: es mucho más probable que los conflictos sindicales y no la paz social den forma al 2005. La temeraria medida, en septiembre pasado, de elevar el salario mínimo de 350 a 450 pesos (lo cual también afecta los escalafones) no ha hecho sino inducir a una demanda cegetista de 730 pesos para llevar a todo el mundo por encima de la línea de pobreza (como si ésta no habría de subir entonces). Los sindicatos todavía no han desarrollado ninguna inquietud por los desocupados y los trabajadores en negro: en caso contrario, el movimiento piquetero nunca habría florecido. Tampoco debería nadie esperar demasiado de una conducción industrial que sigue mostrándose demasiado adicta a proteger un mercado interno: totalmente carente (con algunas pocas honrosas excepciones) de cualquier visión internacional, como lo demuestra su insistencia en ver a Brasil y China como amenazas en vez de oportunidades. Debido a esta actitud, las importaciones siempre suben más abruptamente que las exportaciones en períodos de prosperidad argentina, y el presente no es ninguna excepción. Pero incluso una economía de mercado mutilada ofrece más que aun el Estado más iluminado.
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