|
ENGLISH VERSION
Tomato catchup
Some years ago the government of the world’s largest democracy was trembling because of the price of onions, a key element in the Indian cuisine — today in Argentina the price of tomatoes is a burning issue. Even though the government stands every chance of surviving (as its New Delhi counterpart finally did), the astronomic cost of tomatoes did not place the ruling party’s presidential candidate Cristina Fernández de Kirchner in the best light when she was telling AEA businessmen in Pilar on Monday that prices were “reasonable.”
Read more
|
|
|
Hace algunos años, el gobierno de la democracia más grande del mundo temblaba por el precio de la cebolla, un ingrediente clave de la cocina de la India, tal como hoy en la Argentina el precio del tomate es una cuestión al rojo vivo. Si bien el gobierno tiene todas las posibilidades de sobrevivir (como ocurrió finalmente también en Nueva Delhi), el costo astronómico del tomate no dejó muy bien parada a la candidata presidencial del oficialismo, Cristina Fernández de Kirchner, cuando el lunes dijo en Pilar ante la Asociación Empresaria Argentina (AEA) que los precios eran “razonables”. Tendría que haberse puesto colorada como el artículo de lujo de estos días, al acercarse el precio por kilo de la fruta escarlata casi al billete carmesí de 20 pesos por momentos (contra los 3,99 pesos que afirma el INDEC), desangrando a los consumidores y haciendo puré los presupuestos de los hogares. Pero quizá sea mejor que el gobierno no responda, ya que su intervención probablemente empeoraría la situación cuando el problema se puede corregir solo independientemente del accionar del gobierno o incluso del boicot de los consumidores anunciado el lunes. De hecho, los supermercados chinos (que entienden las leyes del mercado mejor que nadie) ya reducían sus compras de tomate antes del boicot de consumidores mientras, lo que es mucho más importante, los mismos consumidores imponían un boicot mucho antes de que éste se organizara y anunciara. La Argentina es tan rica en productos agrícolas, incluidas frutas y verduras, que no faltan las alternativas y substitutos alimenticios: la elasticidad de precios debería ser mucho mayor de lo que es en este sector. Los tomates sin venderse ya se acumulan en las verdulerías y mercados mayoristas, lo que debería hacer que los precios volvieran a la normalidad en poco tiempo. Si esto no ha sucedido ya (los precios mayoristas ya cayeron a la mitad, pero este resultado todavía no se vio en las verdulerías), la culpa es de una falla económica argentina que no desaparecerá tan fácilmente como los precios altos del tomate; es decir, la maldición de los intermediarios. En cuanto a ellos, la economía argentina está tan centralizada como el país al ubicarse los intermediarios en puntos clave de la cadena de precios cual rapaces señores feudales en los caminos y cursos de agua de la Europa medieval. Y el mismo gobierno se adhiere por completo a esta mentalidad voraz al extenderse ya las retenciones a las exportaciones a más de medio siglo. El sector agropecuario (al que le ha ido muy bien en los últimos años gracias al auge mundial de precios de bienes primarios) quizás sea el único que tenga que pagar tal tasa, y por tanto sea el que primero reclame una condición de víctima, pero ¿por qué no pensar un poco en los consumidores urbanos del otro lado de la ecuación? |