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VERSION EN CASTELLANO
Culpas ajenas y papelones propios
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HERALD STAFF |
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ENGLISH VERSION
Glass houses and black kettles
Not only is nothing ever black or white in the worlds of international or domestic politics _ even the existence of black on one side does not make the other white. Thus President Néstor Kirchner’s entirely legitimate call at the United Nations General Assembly in New York for Iranian collaboration in the investigation of the 1994 terrorist attack on the AMIA Jewish community centre has met with an irrational Iranian response raving about ‘Zionist pressures‘ _ if Kirchner really were swayed by Zionist pressures, he would be carrying responsibility for the AMIA attack all the way up to then Iranian President Ali Hashemi Rafsanjani (a theory which only Israel insists to be a certainty) and breaking off relations with Iran (strongly urged by Jewish community leaders here). Nor did Kirchner lend himself to any criticism of Iran’s nuclear programme or any attempts to brand the Islamic republic as a terrorist state .
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No sólo nada nunca es bueno o malo en la política internacional o local; incluso la existencia de maldad en un lado no hace que el otro sea bueno. De esta manera, el llamado completamente legítimo del presidente Néstor Kirchner ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para la colaboración de Irán en la investigación del atentado de 1994 de la AMIA se topó con una respuesta iraní irracional delirando sobre ‘presiones sionistas‘: si Kirchner realmente se dejara empujar por las presiones sionistas, adjudicaría la responsabilidad del ataque a la AMIA directamente al entonces presidente Ali Hashemi Rafsanjani (una teoría en cuya certeza sólo insiste Israel) y rompería las relaciones con Irán (a lo cual lo instan los líderes de la comunidad judía local). Tampoco se prestó Kirchner a ninguna crítica del programa nuclear de Irán o a ningún intento de tildar a la república islámica de estado terrorista. Y, sin embargo, la respuesta de Irán tenía razón en decir que el principal problema de la investigación de la AMIA ha sido la corrupción en el sistema judicial argentino. Por oscura que siga la planificación internacional del atentado de 1994 (y por cierto que Irán no ayuda), la ‘conexión local‘ del ataque ha sido desenmascarada (incluyendo al concesionario sospechoso que se sabe que proveyó el vehículo para el ataque y un comisario de la policía bonaerense incapaz de explicar los tres millones de dólares en su cuenta bancaria), pero hubo que liberar a todos por el tecnicismo de un juicio nulo, a raíz de una coima que le dio al concesionario para declarar contra los otros acusados el mismo juez que entendía en la causa (destituido de su cargo desde entonces). Sin importar cuan fácil parecería refutar a un gobierno iraní delirante que niega el Holocausto o la existencia de Israel, Teherán señala no obstante una debilidad que debería ocasionar mucha más autocrítica por el lado argentino. Dado este manejo judicial deplorable de la investigación de la AMIA, los políticos por una vez merecen los elogios, empezando por Kirchner. En plena campaña electoral, no hay figuras serias en la oposición que discrepen con la postura de Kirchner contra Irán (además de unos pocos izquierdistas que actúan más por hostilidad refleja hacia los Estados Unidos que por empatía con Irán): efectivamente, la oposición más férrea, y no es la primera vez, tiende a venir de las filas oficialistas. Esto debería ser aclamado como positivo, los inicios de una política del Estado. Dada la forma en que su gestión autista ha aislado a la Argentina del mundo en los últimos cuatro años, probablemente se pueda decir con seguridad que Kirchner presentó su mejor cara a la comunidad internacional en su última aparición. |
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