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ENGLISH VERSION
The poor poorer or fewer?
The continuing fall in the poverty data so proudly announced by President Néstor Kirchner on Thursday with his visiting Ecuador colleague Rafael Correa at his side is inevitably exposed to the same doubts as the controversial source of the figures: namely, INDEC statistics bureau. And with reason because the poor are notoriously the worst hit by inflation, where the most flagrant INDEC manipulation of the data has occurred in the course of this year — for the sake of electoral preening, according to some, and in order to cheat all those investing in index-linked debt bonds, according to others. Yet paradoxically, inflation could also be a reason to lend some credence to the data concerning poverty reduction because this inflation to which the government seems so reluctant to admit is also a direct reflection of surging demand and hence prosperity.
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La caída continua de las cifras de pobreza anunciada de manera tan orgullosa por el presidente Néstor Kirchner el jueves con su colega ecuatoriano Rafael Correa de visita en el país a su lado se expone inevitablemente a las mismas dudas que la polémica fuente de estas cifras: el INDEC. Y con razón, ya que se sabe lamentablemente que los pobres son los más afectados por la inflación, rubro en el cual se ha dado la más flagrante manipulación de datos por parte del INDEC en el transcurso del año: por alardeo electoral, según algunos, y a fin de timar a quienes invierten en bonos indexados de la deuda, según otros. Sin embargo, paradójicamente, la inflación podría también ser el motivo para hacer que los datos de descenso de la pobreza sean más creíbles, al ser esta inflación, que el gobierno se muestra reacio a reconocer, reflejo directo de la demanda que aumenta rápidamente y, por ende, de la prosperidad. Un análisis más detallado de las cifras de pobreza deberían movernos a alejarnos de los dos extremos de aceptar las cifras oficiales sin reparos o presuponer que son falsificaciones ostensibles del INDEC. Por cierto que la contradicción manifiesta de que la inflación registrada en el interior sea el doble de alta que en Buenos Aires y alrededores no se refleja directamente en las cifras de pobreza: por ejemplo, el Gran Buenos Aires es la única parte del país —además de las provincias empobrecidas del norte (con niveles de un 36 a un 41%)— que está por encima del promedio nacional del 23% de la población sumida por debajo de la línea de pobreza, con un 25% (que podría también reflejar la tendencia de los pobres de cada provincia, para no hablar de la de algunos países limítrofes, a migrar en multitudes a Buenos Aires). Asimismo, la manipulación del INDEC de las cifras de inflación ha tenido su menor éxito en los precios de alimentos, que afectan más que nada a los pobres directamente. Si Kirchner se jacta de que la pobreza ha caído de un 60 a un 23% durante su presidencia (la cifra de 2003 de hecho era del 54%), también es cierto que el empleo, los salarios y las horas de trabajo han subido drásticamente en los últimos cuatro años, aumentando las presiones inflacionarias, pero también disminuyendo la pobreza. Aun si se incluyen las distorsiones, la verdadera cifra de pobreza probablemente no llegue a más que el 28%. Kirchner todavía puede afirmar así haber reducido los niveles de pobreza a la mitad. Dicho esto, tener más de ocho millones de personas por debajo de la línea de la pobreza (incluidos cerca de tres millones de indigentes) es un baldón para una sociedad moderna: más aún, porque la combinación de la brecha digital y la crisis de educación excluye más que nunca a esta minoría carenciada.
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