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ENGLISH VERSION
Crime by omission
The fatal shooting of the German-born industrialist Helmuth Mielke by two robbers last weekend in a gated community founded by himself should remind us forcefully that the intricacies of a close Chaco election are not a matter of life and death whereas crime all too often is. Mielke’s case is far from isolated — so far into 2007 there have already been more robberies in gated communities than there are weeks in a year, never mind thousands of crimes against less protected citizens. Only last week the famous former tennis-player José Luis Clerc (second only to Guillermo Vilas in Argentine tennis history and 23rd in the all-time world rankings) returned from the US Open to find his home rifled in a gated community also lying north of this capital
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El asesinato a tiros del industrial nacido en Alemania, Helmuth Mielke, por dos delincuentes el fin de semana pasado en un barrio cerrado que él mismo fundó debería recordarnos de manera contundente que las complejidades de las elecciones ajustadas en Chaco no son cuestión de vida o muerte, mientras que el delito a menudo lo es. El caso de Mielke dista de ser aislado: hasta ahora en 2007 ha habido más robos en barrios cerrados que semanas en el año, para no hablar de los miles de delitos contra ciudadanos menos protegidos. Tan sólo la semana pasada al regresar del Abierto de los E.E.U.U. el famoso ex tenista José Luis Clerc (superado sólo por Guillermo Vilas en la historia del tenis argentino y en 23ª lugar en el ranking histórico mundial) encontró revuelto su hogar en un barrio cerrado también al norte de esta capital. A lo largo de la historia de la humanidad, la seguridad siempre ha sido una responsabilidad individual, pero una sociedad sólo puede llamarse civilizada cuando esta responsabilidad recae en última instancia sobre el Estado. Dado que la escena del crimen (el barrio cerrado Chacras del Molino en Capilla del Señor) fue creada por el mismo Mielke, podría sostenerse con facilidad que, al estilo del dicho británico “El hogar de un inglés es su castillo”, no construyó el suyo suficientemente bien amurallado. Muy a menudo, los barrios cerrados son solamente eso: el puesto de control de la puerta de ingreso, un símbolo de seguridad más que de realidad: los alambrados no bastan, especialmente en el campo abierto, e incluso las cámaras de seguridad deben estar respaldadas por personal de seguridad confiable. No obstante, la responsabilidad corresponde sobre todo al hecho de que el Estado no vea su papel más allá de ganar las elecciones y recaudar impuestos. Este abandono va más allá de sólo la lucha contra el delito, que se ha ignorado enormemente. Por ejemplo, el Estado no tiene políticas para abordar el desarrollo explosivo de villas miseria cerca de zonas prósperas (cuyos habitantes normalmente son colectivamente culpados por los delitos, si bien no todos los habitantes de las villas o incluso la mayoría tengan responsabilidad alguna por aquéllos). Un enfoque conservador sería trasladar o restringir este caldo de cultivo del delito mientras una mentalidad progresista propondría políticas activas de vivienda para los sectores de bajos recursos, pero este gobierno no hace ninguna de las dos cosas. En un sentido aun más amplio, la insuficiente seguridad frente al delito es acompañada por una falta de seguridad en todos los ámbitos: jurídica, institucional o (vinculada incluso a los supuestos guardianes del orden) policial. Así, la cantidad de homicidios en este país y la tasa de mortalidad mucho más alta atribuida a los accidentes de tránsito deberían interpretarse como fenómenos correlativos. Y todo esto debe atribuirse a un Estado cuya eficiencia para recaudar impuestos progresa en sentido contrario de su eficiencia para cumplir con sus deberes.
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