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La Fuga de la Barca "Tinto"

German Bravo Valdivieso

La odisea vivida por los tripulantes de la barca “Tinto” constituye la más audaz y novelesca aventura de marinos alemanes que, internados en Chile durante la Primera Guerra Mundial, lograron arrancarse y volver a su patria para continuar la lucha.

El velero alemán “Herzogin Cecilie”, buque escuela para marinos mercantes de la Norddeutscher Lloyd de Bremen, recaló al puerto de Coquimbo el 24 de Julio de 1914, una semana antes que comenzara la Primera Guerra Mundial.

Ante la situación que se empezaba a vivir, el capitán Ballehr decidió solicitar al gobierno de Chile la internación temporal de la nave para evitar una muy posible captura en alta mar.

El 14 de Marzo de 1915 el crucero alemán “Dresden” había solicitado su internación en la isla de Más a Tierra del archipiélago de Juan Fernández ante el acoso que sentía de la escuadra británica; pero ese día sus perseguidores, los cruceros “Kent”, “Glasgow” y “Orama”, recalaron a la isla y se colocaron en línea de combate.

El teniente Wilhelm Canaris, perteneciente a la dotación del buque alemán, se dirigió a bordo del “Glasgow” e hizo ver que se encontraban internados en aguas neutrales; pero la respuesta del comandante británico fue que la cuestión de la neutralidad era un problema entre los gobiernos del Reino Unido y de Chile y que procedería a hundirlo en el caso que no se rindiera.

Mientras el oficial parlamentaba, el comandante del “Dresden”, Fritz Emil Lüdecke, tomó las medidas para hundir al crucero, por lo que apenas recibió la negativa enemiga, ordenó desembarcar a la tripulación e hizo abrir las válvulas de fondo y explotar la santabárbara de proa, yéndose a pique a unos doscientos metros de la costa.

Los tripulantes fueron internados, en conformidad con el Derecho Internacional, en la isla Quiriquina.

En Valparaíso se encontraba arraigado el vapor alemán “Göttingen”, donde un grupo de sus tripulantes, en contacto con oficiales del “Herzogin Cecilie”, idearon adquirir alguna vieja embarcación para regresar a Alemania, para lo cual invitaron a tripulantes del “Dresden”.

A través de la colonia alemana del Sur, los confabulados tuvieron conocimiento de la existencia de una vieja barca de tres palos, que llevaba sesenta y cuatro años a cuesta, llamada “Tinto”, de 477 toneladas, 55 metros de eslora y 8,1 de manga que se encontraba al ancla en Calbuco y pertenecía al armador Carlos Oelckers, quien la podría vender en $ 75.000.

Los alemanes de Valparaíso consiguieron el dinero y un grupo de dieciséis oficiales y cadetes del “Herzogin Cecilie” y dos del “Göttingen” salieron en pequeños grupos, cada dos días, vestidos de civil, con sólo una bolsa como equipaje, en el tren al Sur. Un telegrama en clave alertó a seis oficiales, tres suboficiales y diez marineros de la dotación del “Dresden”, en la isla Quiriquina, de que era la hora de partir para abordar a la barca “Tinto”, los que se fugaron los días 18 y 19 de Octubre de 1916.

Para la huída se había contratado un bote de pescadores, pero fue interceptado por los vigilantes, por lo que decidieron tocar la alarma de incendio y aprovechando el caos que se produjo, llegaron a tierra al amparo de la oscuridad de la noche. Estaban vestidos con ropa proporcionada por la colonia alemana de Concepción y abordaron el tren a Osorno.

A un abogado de Calbuco le había llamado la atención el inusual movimiento en la barca “Tinto”, el despido de su tripulación chilena y la gran cantidad de facciones sajonas que se veían, por lo que advirtió al vicecónsul inglés de Valdivia, el cual, a su vez, informó al Ministro Plenipotenciario británico en Santiago.

El diplomático se puso rápidamente en movimiento y alertó al Presidente de la República, el que ordenó al Gobernador de Carelmapu detener en forma urgente cualquier zarpe de la nave hasta recibir nuevas instrucciones y efectuar una investigación.

Como el Gobernador de Calbuco, Liborio Echáñez, optara por demorar cualquier respuesta, el inquieto Ministro Plenipotenciario británico obtuvo que el gobierno encargara la misión al Intendente de Llanquihue, quien se embarcó, el 18 de Octubre de 1916, en la escampavía “Cóndor”de la Armada, encontrando que la “Tinto” estaba lista para hacerse a la mar.

Las autoridades se encontraron con una tripulación tomada por sorpresa, la cual era totalmente de nacionalidad alemana y nadie hablaba castellano. Habían solicitado una licencia para viajar al Callao, con escala en Melinka.

Se sucedieron pesquisas, reconocimientos e interrogatorios, e incluso se acusó al capitán de haber trasladado objetos sospechosos a tierra durante la noche, pero nada se pudo probar.

Según el armador, el buque había sido arrendado para hacer un viaje al Perú y según los tripulantes harían cabotaje a Melinka, pero aparte de encontrar un exceso de víveres y haber sido recientemente caducados los permisos correspondientes para zarpar, no se encontró nada que pudiera justificar arraigar el buque.

Entretanto los tripulantes evadidos de Guayacán y de la isla Quiriquina, aguardaban en fundos de familias alemanas de Osorno.

El teniente del “Dresden”, Karl Richarz, que tomaría el mando de la “Tinto” decidió que, para despistar a las autoridades, debería desembarcar la tripulación alemana devolver el buque a los chilenos, mientras los primeros simulaban regresar al Norte.

Paralelamente contrataron la goleta chilota “Chola”, en la que cargaron todos los víveres el 10 de Noviembre, la cual, al mando del patrón Matías Yáñez y tripulada por seis alemanes y un chileno, se largó de Calbuco sin pedir autorización de zarpe.

Se dirigió a Puerto Montt y durante la noche se embarcaron en la isla Tenglo diez alemanes y navegó para encontrarse con la “Tinto” en bahía Tic-Toc, frente a la boca del Guafo.

De esta forma se hicieron a la mar ocho tripulantes del crucero “Dresden”, cuatro del vapor “Göttingen” y dieciséis cadetes del “Herzogin Cecilie”.

Cuando la lancha “Chola” regresó a Puerto Montt, se procedió a su detención e incomunicación.

La situación pareció inaudita al Ministro Plenipotenciario inglés, quien ejerció toda clase de presiones sobre el gobierno y éste, sobre la Dirección General de la Armada.

La Corte Suprema procedió a nombrar al Ministro de la Corte de Apelaciones de Valdivia, Julio Zenteno Barros, para que se abocara al conocimiento de todos los procesos relacionados con la barca “Tinto”.

El 3 de Diciembre de 1916 los fugados lograron alejarse de la costa chilota y navegar hacia el Sur para cruzar por el Cabo de Hornos y dirigirse al Norte por el océano Atlántico.

Entretanto en Chile, la Armada, presionada por el gobierno, comenzó a desplegar grandes esfuerzos para ubicar a la “Tinto”, pero en la ignorancia más absoluta del lugar donde se encontraba. Se designó al capitán de navío Carlos Plaza para que instruyera el sumario correspondiente a la fuga de la nave y el cambio de sus tripulantes por individuos de nacionalidad alemana.

El 25 de Marzo de 1917, en el tramo más peligroso y .nal de su aventura, el mar del Norte, los tripulantes de la “Tinto” avistaron dos buques de guerra británicos, el acorazado “Minotauro” y un crucero; rápidamente bajaron un letrero por la popa, donde se leía, “Eva - Noruega” e izaron la bandera de la nación escandinava, lanzando por la borda la antena y el equipo de radio. Los libros de navegación, los instrumentos de valor y los sextantes de los cadetes fueron escondidos en la sentina, junto a cualquier otro elemento que pudiera despertar sospechas de los visitantes.

A una orden del buque inglés, la “Tinto” se detuvo a esperar una embarcación despachada para inspeccionarla.

Al acercarse, consultaron por el nombre del velero, la carga que llevaba y los puertos de zarpe y de destino.

Luego de una nerviosa espera, los buques de guerra continuaron su camino, despidiéndose por medio de sus proyectores.

Ese mismo día, horas después, fueron avistados por un pequeño crucero inglés, que pasó cerca, pero gracias al temporal, la nieve y la noche, la “Tinto” logró escabullirse.

Al acercarse a Trondheim, en la costa noruega, un vapor mercante que llevaba la misma dirección, les pasó remolque, logrando fondear, sanos y salvos el 31 de Marzo de 1917, después de doce mil millas navegadas y cuatro meses de viaje.

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